Con esa frase Tzvetan Todorov (Sofía 1939- Paris 2017) resumió su argumento de enorme vigencia en el mundo de los Trump. Ya desde 2008 recurrió a la historia, la antropología y la filosofía para cuestionar el ascenso de la ola de xenofobia, anti inmigración y anti islamismo que pretende barrer los valores de respeto y tolerancia a la diversidad sociocultural que con dificultad y tropiezos venimos cimentando (El miedo a los bárbaros. Barcelona: Galaxia Gutemberg, 2008).
La política del miedo se hace fuerte desde la última década en los antiguos países coloniales y en los Estados Unidos y se amplía por el mundo; pretende enfrentar el resentimiento y el sentimiento de humillación de quienes fueron sojuzgados por el colonialismo mediante la mano militar, pero sobre todo, alimentando el miedo a los extranjeros y en general a la diferencia cultural. La lucha llamada antiterrorista sirve a los políticos, que alientan el miedo de la población a encontrase cara a cara con “el bárbaro”, esto es el que habla, come, cree, o se viste distinto. Esta política del miedo, dice Todorov, “destruye al mundo occidental desde dentro, porque para defender los valores democráticos que tanto queremos nos vemos abocados a renunciar a ellos” (pp. 19). Lo “único que [se] consigue es alimentar el resentimiento de la población” (pp.19).
“Ninguna cultura es en sí misma bárbara, y ningún pueblo es definitivamente civilizado. Todos pueden convertirse tanto en una cosa como en la otra” (pp. 79). Todorov afirma que debemos celebrar, aceptar e incentivar la pluralidad que es en últimas la que permite la unidad enriquecida y es la que le permite un futuro a la civilización. La civilización consiste en “la capacidad de ver a los otros como otros […] y admitir que son tan humanos como nosotros” (pp.278). “El mutuo reconocimiento es un paso hacia la civilización” (pp.284).