Por Myriam Jimeno
Profesora Titular, Centro de Estudios Sociales CES, Universidad Nacional de Colombia
Comentario al texto de Elizabeth Castillo, Feminicidio en Colombia. Estudio de caso en cinco ciudades del país, Bogotá: PROFAMILIA, 2008, 82 pág.
Feminicidio es el término que eligió Elizabeth Castillo para su estudio sobre “la realidad de la muerte de mujeres en Colombia”. Pese a que ella afirma que no pretende oponerlo al término homi-cidio, que es el usual para referirse a la muerte de una persona causada por otra, el término denota a las claras su intención: se trata de evitar que las muertes violentas de mujeres sean tratadas como si fueran “casos aislados de violencia y no como un problema social” para enfrentar. Esa es la tesis sobre la que se construye este trabajo. Castillo sostiene que al analizar los medios de comunicación, la acción institucional y los relatos personales, se revela, aún hoy, una tendencia hacia la invisibilización de la violencia de género. Subsiste, dice, una legitimación cultural de la violencia contra la mujer.
Castillo explora siete periódicos a lo largo del año 2004, cuatro de ellos que cubren las principales ciudades del país y tres son regionales. El material de estudio fueron 595 noticias. Pese a que el material merece un análisis de mayor profundidad, muestra que cerca del 90% de las noticias sobre muerte a mujeres se limita a un registro “judicial” del hecho: el resultado es que los crímenes carecen de un contexto adecuado y aparecen como sueltos, como hechos aislados. En pocos casos los periodistas consultan otra fuente además de la oficial (sólo lo hicieron en el 7% de las noticias del lapso de estudio); es raro que acudan a expertos y se ignoran las organizaciones especializadas. El lenguaje empleado y la forma de presentación de la noticia evidencian el sistema cultural de referencia de los periodistas: esto es especialmente crudo en la crónica “amarilla”, que suele banalizar y aún ridiculizar el acto de muerte con titulares y fotos escabrosas; la atención se dirige al cuerpo de la mujer, con énfasis particular en su belleza y en detalles que le quitan dignidad en la muerte.La mayoría de las muertes que se registraron el año 2004 se atribuyeron a la llamada delincuencia común (35%); pero cuando se trató de la muerte por violencia doméstica o cuando existía una relación sentimental con el agresor, de inmediato el crimen es imputado al mundo “pasional”. Este marco cultural de referencia atribuye el suceso a los celos, descritos como si fuesen una fuerza devastadora que es explicación suficiente de lo ocurrido. Es típico de este tratamiento el titular que Castillo extrae de “El País” de Cali: “Al parecer cegado por los celos..” da muerte a su mujer….Tal como encontré cuando realicé el trabajo sobre el mal llamado “crimen pasional” en Brasil y Colombia (Crimen pasional. Contribución a una antropología de las emociones, 2004), resulta muy llamativo que los celos mortales, con frecuencia acompañados por el alcohol, acometan ante todo a los hombres.
Como para confirmar lo dicho, el día sábado 9 de febrero pasado (pp. 1-4), el diario El Tiempo, en la parte inferior de la página, justo debajo de la noticia sobre el “Nuevo amo del narcotráfico”, titula: “Van 10 muertos por celos en un mes”. ¿Muertos? Dice la Redacción de Justicia, autora de la nota, que fueron 10 las muertas a manos de sus esposos, ex esposos o novios; 8 en Bogotá y dos en Manizales. También nos cuenta que durante el año 2007 ocurrieron 58 “crímenes pasionales”, en los que 51 de las víctimas fueron mujeres. Para esta nota sí consultaron un experto, un psiquiatra, quien afirma que todo se debe a un “apego extremo y dependencia de la pareja, sin entender que ella tiene otros intereses”. Habría que preguntarse por la razón por la cual este apego mortal y estos “celos” destructivos, se concentren de manera tan acentuada en el sexo masculino. Pero esto no es objeto de reflexión alguna. Justamente es lo que silencian las notas periodísticas y la suplantan con la pretensión de experticia psicológica sobre los casos.
Lo que callan los periodistas, y que el texto de Elizabeth Castillo me permite reiterar, es que detrás de la patologías individuales se esconde un esquema cultural ampliamente compartido por “sanos” y “enfermos” y del cual todos se nutren. Según este esquema la mujer es apropiada por el hombre en su relación de pareja. Los resortes culturales principales de esa construcción cultural son tres: la romantización del amor de pareja, según lo cual quien no tiene pareja no vale nada y la una “pertenece” al otro; el segundo es la pretensión de que la violencia surge de forma repentina y es ejecutada por “locos”; y la tercera es la psicologización de la conducta humana que supone a la persona como escindida en compartimentos separados, uno de sentimiento, otro de pensamiento y razón. Por esto comparto con Elizabeth Castillo la idea de que enunciar el crimen como “pasional” es un dispositivo cultural que oculta que el extremo criminal hace parte de una cadena cotidiana de agresiones y malos tratos dados a las mujeres en su propia casa. No es, pues, fruto de un repentino ataque emocional.
Esto se muestra en los cerca de 57.000 casos de violencia doméstica denunciados ante Medicina Legal en el año 2006. También en los relatos personales que recoge Elizabeth, que sería deseable ver más aprovechados, pues se constata que el crimen es un desenlace de una cadena previa de agresiones, por lo general repetidas durante muchos años. Ellas “aguantan” y esperan por miedo, en nombre de los hijos y por falta de apoyo. Durante esa larga espera puede ocurrir, en 9 de cada 10 casos, que el hombre mate a la mujer. El soporte institucional es todavía insuficiente, engorroso y débil, pues no ofrece amparo ni seguimiento adecuado a la mujer agredida. Así se ve en el relato que trae Castillo de una mujer, quien después de muchos años denunció a su marido. Dijo ante la Comisaría de Familia que “ya no quiere vivir más con él” y que soportó innumeras agresiones porque no podía sostener a sus hijas. La Comisaría entonces buscó una conciliación con la pareja, lo que provocó una severa golpiza y cuando se gestionaba una medida de protección, la mujer fue muerta por su marido. Me pregunto, ¿crimen pasional, o feminicidio?
Bogotá, Febrero de 2008